LA SOMBRA ARROJADA.2001

A. D. Resurrección. "Fluye el río". 50 x 50 cm. Fotografía. 2001. Colección Francisco Palma. Málaga.
A. D. Resurrección. "Fluye el río". 50 x 50 cm. Fotografía. 2001. Colección Francisco Palma. Málaga.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LA SOMBRA ARROJADA

 

Los miembros de la revista Et teníamos proyectado un tercer número monográfico dedicado a las sombras, cada participante, como viene siendo habitual, aportaría su visión personal del tema, entremezclando, una vez más, los aspectos visuales con el apoyo teórico en su vertiente didáctica, puramente especulativa, o estética. El famoso tercer número queda pendiente de edición aunque existan ideas y trabajos previos que han suscitado dicho monográfico.

Por otra parte, el hecho de haber planteado en mi última exposición Interferencias. Canciones de amor y viajes una obra en la que colaboraran amigos, artistas, conocidos,… que desarrollaran en un sentido más amplio, es decir, más coherente con la propuesta que se mostraba: los distintos conceptos relacionados con el amor y los viajes, y de haber obtenido resultados desiguales (quizás por compaginar una propuesta individual con otra colectiva), han motivado, me han motivado a coordinar un proyecto exclusivo donde la aportación grupal (suma de particularidades) sea la verdadera protagonista, con un denominador común teórico-temático: las sombras, donde haya cabida para la yuxtaposición, la superposición, etc… de estéticas y de conceptos.

 

Participantes (doce en total):

Luis Sánchez Maraia, diseñador; Federico Fuertes, escritor; Ana Carnicer, estudiante; Jessica Slasi, estudiante; Miki Leal, artista; Fernando Clemente, artista; Juan del Junco, artista; Luis Carda, coleccionista; Luis Romero, diseñador; Juan R. Rodríguez, diseñador; Rafael Pérez Cortés, profesor; Manuel Bautista, artista; A.D. Resurrección, artista.

 

PROYECTOS

 

A.D. Resurrección

“Yo seré tu sombra, estaré contigo hasta que el sol se oculte”.

La temática de las relaciones afectivas y sus proyecciones en imágenes (como la propia), la sombra como metáfora del complemento que nos hace felices/infelices, presencia y ausencia, el estrecho vínculo entre algo pesado, físico y algo sin un límite preciso: la relación misma.

 

Luis Sánchez Maraia

La sombra de la luz

El origen de toda sombra está en la luz que la origina, incluso sería fácil argumentar que el verdadero sentido de la luz es el de originar sombras. Un mundo sin sombras sería un mundo de ciegos.

Cada idea es una vela encendida. Cegadora en una habitación cerrada. Invisible bajo el sol del mundo.

 

Federico Fuertes

La vela

La habitación es enorme. Por decir algo, por intentar transmitir una sensación, diremos que es un cubo de un kilómetro… no, de diez kilómetros de lado. Hasta ahora sabemos poco de ella. No parece haber ventanas, ni puerta. Sólo una vela encendida en el centro del cuarto, en torno a cuyo resplandor nos reunimos. Tan lejanas están las paredes que la luz no llega a ellas, y el temblor de nuestras propias sombras nos inquieta. Hemos probado a caminar vela en mano, oyendo a veces el eco lejanísimo de unos pasos. Quizás no estemos solos. Tras un largo espacio, tras un largo tiempo, hemos llegado a una pared. Una extensión infinita de cemento que la vela ilumina débilmente. Entonces ha empezado la discusión, algunos de nosotros querían caminar en una dirección, otros en la contraria, un pequeño grupo se ha sentado y opta por abandonar la búsqueda. El problema, cómo no, es la vela. Todos la quieren, sería inútil realizar cualquier intento a oscuras. Hemos razonado durante horas, intentándonos convencer mutuamente, pero nadie ha cambiado de opinión. Lo que en un primer momento eran inteligentes exposiciones, explicaciones de la opción más lógica, han pasado a ser palabras agrias e insultos. Empujones, gritos, y nos hemos envuelto en una pelea. Todos contra todos. Mordiendo, arañando, gruñendo, dando vueltas abrazados y pateando, pero siempre cerca del círculo de luz de la vela. Con más miedo de la oscuridad, que del rival que puñea la cara.

 

Los más serenos se dieron cuenta tarde. Sólo acertaron a gritar “¡la vela!”, cuando alguien la pisó. De repente todo fue negro y el tumulto quedó congelado en un silencio absoluto. Sólo mucho tiempo después empezaron los gemidos, fue cuando aquellos que no pudieron soportar el pavor huyeron gritando, tropezando con piedras que no podían ver. Pero en aquel primer instante, todos fuimos un gran animal asustado, enmudecido. Luego, poco a poco, tocándonos y arrastrándonos, nos agrupamos muy apretados. Buscando estar rodeados por los demás. Aquellos que quedaron en las fronteras de la maraña humana sufrían la inquietud de verse asomados al inmenso vacío. Parecía haber llegado el fin de los tiempos y mirábamos la nada, conformados ya con nuestro triste porvenir. Hablábamos en voz baja de los tiempos de la vela, buscando en nuestros recuerdos cada uno de los matices de su luz. Comentábamos las maravillas que nos había mostrado o las inventábamos de nuevo, todo era mejor con la vela. Y la habíamos perdido.

 

Al principio pensé que era una nueva alucinación, como las lucecillas que había visto en el principio de la oscuridad. Un engaño de la vista, que añoraba la luz. Pero el débil color se hacía a cada momento más patente. Los ojos, cegados por la vela, no podían mostrarnos el suave resplandor que nos baña, que revela una belleza desconocida en los rostros, que nos muestra la habitación. Es descomunal, inmensa, de techos altísimos. Tiene una puerta.

 

La sombra arrojada se expuso en ARCO’01. El proyecto fue adquirido por el coleccionista Francisco Palma. Málaga.